
el timbre de tu voz
es la afines musical de un anfiteatro romano
el calor del invierno
impregnado en una fogata culminante
se ha despoblado el paisaje surtido
del agua bendita de unos ojos añejos
quise un corazón de papel
para sostener la brisa de una flor
vivo por ella
por las rítmicas cerdas de tu silencio de nácar
pues es en tu mutis el rencor
del cándido arcángel ceñido a una sortija
las nubes
dormían en la acuarela de tu eufonía
el sol en un beso se acuesta
en la perfección repleta de la corola de tu silueta
el cosmos perenne
intocable se vuelve al tacto de las lámparas
descifrando con tu hermosura
el desposeído jardín que nada a media luz de tu oscuridad.
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