
Fluyó angustiosa la sombra de cristal mojado
El galante gemido de la noche implacable
El claustrofóbico abrazo de un cuarto cerrado
Lobreguez de farol descascarado e impalpable.
En los sumideros esboce la estela fría
Y de los hedores nació la más tierna estrofa
En forma de abstracta migraña y melancolía
Conformando la frente de sabio que se mofa.
Los arcaicos espejos bendijeron la ausencia
Y el silencio destruyo e inhumó el cielo que estalla
Cuando del barrio se va desflorando la esencia
De un océano en que nada una abierta caballa.
La pena se irradió dentro un rocío teñido
Y que naufragó sobre marchitadas mejillas
Pero el nervio más las vértebras ya se han molido
En mí cual senos rotos de vetustas vajillas.
Yendo bajo el solitario calor de esos besos
El aliento hosco acaricio páginas aquellas
Donde los rizos del viento se mojan en sesos
De cuerpos de costeras ninfas y auroras bellas.
De entre matorrales el bálsamo de mis penas
El vicioso vestido escarlata abrasador
Que eleva en Perú de su desierto las arenas
Una barca derribada en un cobijador.
Dictamina un clamor, pegajosa enfermedad
Una parca sudoración en los callejones.
La hibrida lágrima que dispendio la ansiedad
El croquis sedicioso e indócil de los portones.
Infecunda la caravana, la brutal danza
Sacra e impregnable la lluvia de un impío rostro
Va la letra al cielo enclaustrada cual larga lanza
Y al quebranto el crepitar del cuerpo y alma que postro.
El encantamiento nuclear de la afonía
Encrespó el pilar absorbente de la demencia
La tópica mansión donde oscila la agonía
La furia y estruendo que desbarata la elocuencia.
Letrillas danzantes metálicas insurrectas
Ondas abrumadoras, inclementes, litúrgicas
Insatisfacciones de bordados incorrectas
Girasol echado sobre mangas metalúrgicas.
Las violentas mazmorras, fisuras de costillas
Citan desconcertadas y descalzas lloronas
Que articulan sedientos termos de las mejillas
Tras el derrame de contemplaciones chillonas.
Arriba los errantes estruendos sofocados
Los pianos despojados sobre el techo arrugado
Cuales cálices sobre los cielos despejados
Bailan con efusión el cántico al mar anclado.
Protagonismo del hálito ocular salino
Donde se propaga la tierra yerma y entristecida
El valle donde se disemina un cruel destino
Una estrella desde ya eclipsada y desconocida.
Celajes derruidos traspasados por efluvios
De un atardecer hediondo trenzado en harapos
De una morada ausente bañada de diluvios
De besos inermes y frentes que van con trapos.
La armonía terca, transparente e inmaculada
Rompe el techo del cielo con implacable luz
Cual la cúpula se desliera con la mirada
El gruñido retorcer de un cuerpo en una cruz.
Son las crepitaciones del mortal intranquilo
Tras la lluvia del vendaval que muerde el sollozo
Delgada y rota ceremonia ancestral del hilo
Del doliente capullo, herida del calabozo.
Tibios temblores en los parpados lacerantes
Manos de escalpelo en frentes de arrugadas caras
Surcos de plenas acequias de pies caminantes…
Son ánimas a tersa piel hundidas en varas.
El genial mausoleo centellante del amor
Abrió la frialdad policroma de los retratos
Que bajo el subsuelo fueron rajas de clamor
Cual desértico gozo forjado en suaves tratos.
Los libró nuestro ruin pero benigno señor
Los salvó de todo desliz y de falsedad
Porque el cristal fue cual reflejo de un monseñor
Que no absuelve faltas si no comete crueldad.
Solloza barca ebria de clarines escarlatas
De malarias sediciosas de moho en las luces
Templadas gamas de ojos cual brillantez de latas
Borracho éxtasis que van en raras tibias cruces.
Penitente fue la atroz marea oscurecida
Un cuadro cuajado implacable por la frontera
Fue la soberana aurora al viento derretida
Un cáliz nublado bajo una cadente cera.
El sometimiento perdurable enredador
Tras los años prolongados de helada dolencia
Que rondaba en los puertos del sol escalador
Que se fundía, sobre un terreno sin clemencia.
Fue melodía magistral, de aplazada sonda
Tinte de penumbras sobre buques enclaustrados
Cual uva de turbio néctar y claridad honda
Cual madrigal movido a mares desosegados.
Golfo de estrofas de bordes desilusionados
Un limado trazo entre imágenes sacudidas
Velludos cuadernos personales coronados
Donde la letra forja las sangres escupidas.
Secuaz la alarma desigual de dócil sonido
Distensión sobre los cristales adelgazados
El saco de rutas vespertinas sin sentido
Provincias de rurales techados agrisados.
Porque en los techos de los hogares de provincias
Son de extrañas cadencias llenas por el amor
Un amor que olvida de penurias de existencias
Y cobija del viento en los prados el rumor.
Fue por debajo de los anaqueles de tierra
Donde renacieron las fragatas olvidadas,
De un tiempo donde escale a carne y fuego la sierra
Y vi mantas de piel al infierno confinadas.
Sobre las veredas las cenizas encallaron
El escorbuto ensangrentado echado al cemento,
Fecundo cementerio de rosas que posaron
Arropadas bajo una lapida, su cimiento.
Los inquietos y fundidos rocíos ocultos
Despilfarran la lisonja extasiada dorada.
En mis tristes años de pasos errantes cultos
El desagüe de la condena no es encontrada.
Frente puertas cerradas donde caen las piedras
Susurros tallando unos oídos afligidos.
Descolgaban de la sombra de gigantes hiedras
Pinturas de encadenados cristales derruidos.
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